Fue todo un acontecimiento en el barrio de Les Corts que congregó a cientos de personas a su inauguración. Miguel Plaza, mi padre, no escatimó en ofrecer lo mejor a sus invitados, productos frescos y sencillos que luego pasarían a formar parte de la carta.
No podía faltar el jamón ibérico de Guijuelo (el mismo que hoy seguimos ofreciendo) y el acompañamiento ideal: el famoso “pan con tomate” del cual mi progenitor fue el inventor, precursor o exportador desde su Andalucía natal, donde se utilizaba para reblandecer el pan y poder comérselo más tarde en tiempos de hambre.
El restaurante se convirtió en un referente en Barcelona con un simple eslogan: ¡Calidad máxima!
Pronto pasó a ser un lugar de reunión asiduo de jugadores del Barça (dada la proximidad al estadio del FC Barcelona), cantantes, deportistas, políticos, toreros, actores, periodistas…
De hecho, se vivieron bastantes situaciones relacionadas con el deporte donde Can Fusté se convirtió en casi una sede oficial de muchas vivencias, unas positivas y otras no tanto…
La vida tenía otros planes, y se llevó a mi padre demasiado pronto. Mi marido Carlos y yo cogimos las riendas del negocio con una clientela sólida y una experiencia bastante corta (yo me crié aquí y echaba una mano de vez en cuando).
No fue nada fácil al principio, veníamos de mundos diferentes a la restauración y en bastantes ocasiones nuestras propuestas chocaban con las opiniones tradicionales de los trabajadores que llevaban mucho tiempo en el restaurante. A pesar de todo, nuestra juventud y nuestra visión de futuro nos empujaron a cambiar algunos cánones establecidos que fueron positivos, y, para los cuales, contamos con el apoyo y los consejos de la plantilla.
Desde entonces hasta hoy muchas cosas han cambiado: nos tuvimos que amoldar a las exigencias del público, a la competencia, a las normativas…pero hay una máxima que no ha variado en absoluto: seguimos teniendo el mejor producto del mercado, fresco, estacional y vivo.
Si algo nos caracteriza es la pasión por las cosas bien hechas; el cariño con el que tratamos lo que compramos es equiparable al cariño con el que nos esmeramos en satisfacer al cliente, porque el cliente es lo más importante para nosotros. El hecho de que nos digan que se sienten como en casa compensa las miles de horas que pasamos aquí.
Esta profesión tiene que gustarte, y tiene que estar acompañada por un excelente servicio y una perfecta simbiosis entre cocina y sala. El conjunto de todo ello no puede salir adelante sin un buen equipo, todos debemos comprometernos a sentir el restaurante como algo nuestro, de todos, y cada día debe ser un placer venir a trabajar.
Carlos y yo queremos brindar con todos los que han hecho posible que estemos en este momento celebrando 50 años de trayectoria, que se dice pronto… queremos agradecer enormemente la honestidad y fidelidad de todos los trabajadores que han pasado por el restaurante, de los cuales hemos aprendido a hacer bien las cosas.
Podría explicarles mil historias de amor, de odio, de amistad, de desencuentros, de dolor, de decepciones, de alegrías, de miedos… de vida… ¡Porque 50 años son toda una vida!
María Plaza (gerente)
Carlos Fernández (jefe de sala)